ANTECEDENTES
El estado nacional francés surgió en la Edad Media con un pequeño territorio rodeado de poderosos y belicosos señores feudales. Los primeros reyes del estado francés moderno, la dinastía de los Capetos, aumentaron el tamaño de su territorio en frecuentes guerras con los señores vecinos, especialmente con los Plantagenet que eran reyes de Inglaterra.
La dinastía que siguió a los Capetos, los Valois, aumentaron la centralización del poder y consolidaron el dominio del territorio. En el siglo XVI el rey de Francia tenía un ejército permanente, imponía tributos sin pedir consentimiento, variaba las leyes a voluntad, dictaba ordenanzas o edictos. El Rey era ayudado en su tarea por el Real Consejo y para hacerse obedecer en las provincias enviaba un gobernador que debía alistar el ejército y mantener en buen estado las fortalezas
Francisco I .- Francisco I es un buen ejemplo de monarca francés de la época renacentista. Quitó poder a los tribunales de la Iglesia y la mayoría de los pleitos pasaron a tribunales civiles. Como gastaba mucho dinero en guerras, fiestas y costosas pensiones, siempre le faltaba dinero. Para aumentar el tesoro real dobló los impuestos sobre los aldeanos y obligó a los habitantes de París a pagar un tributo extraordinario. La urgencia de dinero llevó a Francisco I a designar a gente rica para importantes cargos de gobierno a cambio de le entregaran fuertes sumas de dinero. Luego recobraban el dinero entregado con el cobro de impuestos. Para obtener dinero también se recurrió a la venta de los cargos públicos. Francisco I vendió todos los cargos referidos a la administración de justicia y se crearon cargos inútiles simplemente para venderlos. El que compraba el cargo no podía ser destituido y lo tenía por vida. Fue tal la venta de cargos que en 1522 se creó una oficina encargada de las ventas (Oficina de Partidas Eventuales). Esta forma de obtener dinero se mantuvo en los reinados posteriores.
Otra característica del reinado de Francisco I que se mantuvo luego fue la multitud de personas que le rodeaban y servían, la Corte. Esas personas , a las que se llamaba “el hotel” (la casa) eran en su mayoría nobles que querían estar cerca del rey, hablarle, pedirle favores, etc.
La obra de Francisco I se vio paralizada a su muerte por la mediocridad de los monarcas que ocuparon el trono y por las guerras religiosas entre católicos y protestantes.
Los Borbones.- Con la dinastía de los Borbones la centralización del poder llega a su punto máximo en Francia. Esta dinastía se inicia con Enrique IV (Enrique Borbón o Enrique de Navarra) en 1594, quien puso fin a las guerras religiosas que dividían a católicos y protestantes, eliminó estatutos regionales, sometió a los nobles rebeldes y llegó a un acuerdo de paz con España que le permitiera estabilidad para desarrollar la economía francesa.
Enrique IV encontró a Francia arruinada, el tesoro vacío, las aldeas abandonadas, los campos sin trabajar y muchos soldados que se habían transformado en bandidos que asaltaban a los comerciantes en los caminos. El rey persiguió y ahorcó a los bandidos, volvió a someter a los nobles, ordenó las finanzas, impulsó las manufacturas, especialmente las de seda y tapices y ordenó la creación de caminos para mejorar las comunicaciones internas de Francia.
Enrique IV murió asesinado en 1610 y debía sucederle su hijo (Luis XIII) pero como éste era menor de edad se produce la regencia de su madre María de Medicis. En 1617 asume Luis XIII el gobierno, pero en realidad, entre 1624 y 1642 los destinos de Francia van a ser marcados por el principal consejero del rey: el Cardenal de Richelieu. Este fortaleció el poder del rey adoptando una política fuerte frente a los protestantes y la nobleza. A los protestantes les reconoció la libertad de conciencia y culto, pero les quitó las fortalezas que tenían en su poder. También se demolieron algunos castillos que podían ser usados por los nobles rebeldes. Los nobles que intentaron rebelarse fueron detenidos y ejecutados.
Los Parlamentos (tribunales de justicia en manos de los nobles) fueron controlados al igual que los gobernadores a los que se les envió un intendente para vigilarlos.
En el aspecto económico Richelieu estimuló la creación de grandes compañías comerciales, mejoró los puertos del Atlántico y favoreció la colonización de Canada y las Antillas. También estimuló el desarrollo de industrias de productos de lujo destinados a la exportación.
El Cardenal de Richelieu murió en diciembre de 1642 y cinco meses después murió el rey Luis XIII. Asumió el tronó Luis XIV que sólo tenía 5 años de edad. Durante la minoría de edad del rey, el Cardenal Mazarino fue el verdadero gobernante. Mazarino, como antes Richelieu, no tenía un cargo de gobierno definido, ni títulos, ni era regente, pero por acumulación de cargos, funciones e influencias actuó como un Primer Ministro.
Al asumir Mazarino tuvo que enfrentar una rebelión del Parlamento (que se encargaba de registrar las decisiones del rey como edictos reales y estos no tenían fuerza legal hasta que se cumpliera con ese registro) que se denominó La Fronda. Por este movimiento de rebeldía el parlamento francés quiso limitar la monarquía atendiendo los intereses de la nobleza (los integrantes del Parlamento francés eran nobles que habían comprado lo cargos). Los rebeldes fueron derrotados y se fortaleció el poder de la monarquía.
EL REY SOL
A la muerte de Mazarino, en 1661, Luis XIV comienza su gobierno personal que duró 54 años (hasta su muerte en 1715). No quiso dejar la función de gobernar en manos de otra persona, y ejerció el poder directamente, convocando personalmente a los ministros, interviniendo en todos los asuntos que consideraba importantes y controlando, a través de los intendentes, todo el territorio francés.
Luis XIV estaba plenamente convencido del origen divino de su poder, algo que todas reconocían sin atreverse a negarlo. Desde la infancia se le había repetido que el era casi un dios, una “divinidad visible”, un hombre diferente a los demás, porque era Rey “por gracia de Dios” y sólo ante este debía rendir cuentas. Ningún hombre podía juzgar al rey y nada era ajeno a éste. Luis XIV tomó como emblema de su reinado un sol resplandeciente y de ahí el apodo con que se le conoce “el Rey Sol”. Y así como todos los planetas del sistema solar giran en torno al sol, de la misma manera todo los sucedido en Francia debía girar en torno al rey.
Luis XIV tenía condiciones que lo hacían apto para desempeñar su papel en un momento en que la sociedad estaba preparada para el absolutismo monárquico: era fuerte, equilibrado, trabajador incansable, reflexivo, dueño de si mismo y consciente de su responsabilidad de gobernante, lo que el llamaba “el oficio de ser rey”. Para él, gobernar era un oficio o trabajo como cualquier otro y requería una dedicación diaria de muchas horas.
Durante su reinado se hizo más evidente el culto a la majestad real y cada uno de los actos cotidianos de su vida, como levantarse, asearse, comer, etc, se convirtió en una ceremonia. La nobleza, sometida y domesticada, no desempeñaba funciones políticas. Se la empleaba en el ejército o en la diplomacia, pero sobre todo cumplía una función “decorativa” dentro de la Corte. Esta, que desde 1682 se instaló en el elegante Palacio de Versalles, se caracterizaba por un minucioso ceremonial que se regía por una estricta etiqueta. Se realizaba un culto a la figura del rey y los nobles seguían sus pasos, actividades, entretenimientos desde la mañana hasta la noche. Los nobles, antes rebeldes y belicosos, se disputaban el privilegio de estar cerca del rey y servirle en las tareas más simples como despertarle o ponerle las pantuflas al descender de la cama. Todas las actividades cotidianas de la familia real se transformaron en una ceremonia
ORGANIZACIÓN POLÍTICA
Como principio fundamental figuró el de la monarquía absoluta de derecho divino: se consideraba que la autoridad del monarca procedía de dios y que sólo ante él, y no ante los hombres, era responsable. Todo el poder de decisión estaba en manos del rey, pero existían consejos con fines de asesoramiento, como el Consejo de Estado y el Consejo de Justicia.
Al frente de la administración había ministros o secretarios como el Canciller, el Controlador General de Finanzas, el Secretario de Guerra, el Secretario de Asuntos Exteriores, etc. Muchos ministros acumularon funciones como, por ejemplo, Colbert, que se ocupó de las finanzas, de la marina, las construcciones navales y los trabajos públicos.
Se aumentó el poder de los intendentes para controlar mejor a los gobernadores de las provincias que pasaron a tener un papel decorativo. Los Parlamentos fueron sometidos.
En materia judicial el rey podía administrar justicia a su antojo a través de las “lettres de cachet” (cartas selladas) con las cuales notificaba una resolución a cualquier súbdito. Podía así, decretar la prisión, la proscripción, etc sin ningún trámite judicial.
También quitó poder y autonomía a las universidades, que pasaron a ser controladas por la monarquía. El arte fue utilizado para propaganda del reinado.
Como el rey no aceptaba que ninguna autoridad rivalizara con su poder dentro de Francia, sometió al clero católico francés y obligó a que una asamblea del clero declarara que el rey era independiente con respecto a todo poder de la Iglesia, incluyendo al Papa. Por otro lado realizó una campaña de persecución contra los protestantes, que fueron excluidos de las funciones públicas y de las profesiones liberales. Finalmente se les prohibió practicar su culto, provocando la huida de unos 200.000 protestantes. Como en gran parte se trataba de banqueros, comerciantes, manufactureros o artesanos especializados, la economía francesa se vio perjudicada por esta medida.
ORGANIZACIÓN ECONÓMICA
La economía de Francia, bajo el reinado de Luis XIV, fue dirigida por Juan Bautista Colbert durante 22 años. Colbert se rigió por los principios del mercantilismo : procuró intensificar la producción y las exportaciones para lograr una balanza comercial favorable y propulsó la intervención del estado en la vida económica.
Colbert estimuló el desarrollo de las manufacturas, algunas privadas y otras a cargo del estado, dedicadas especialmente a productos de lujo como sedas, tapices, perfumes, porcelanas, espejos, lozas. Los fabricantes estaban sometidos a severas reglas y a inspecciones para asegurar la calidad de los productos. Mediante altos aranceles (impuestos aduaneros) se protegía la producción francesa de la competencia extranjera favoreciendo su desarrollo.
El comercio interior aumentó gracias al mejoramiento de las vías de comunicación, pero fue el comercio exterior el que mereció la máxima atención de Colbert. Se fundaron grandes compañías de comercio a las que el gobierno otorgó privilegios o monopolios para el comercio con las colonias. Se apoyó la instalación de astilleros para la construcción de barcos, con lo cual creció la marina mercante. Se fomentó la colonización, especialmente en América del Norte (conquista de Luisiana).
También se mejoró la recaudación de impuestos haciendo más simple y racional el sistema y procurando una contabilidad correcta, con claridad en cuanto a los ingresos y gastos. Pero, a pesar de los esfuerzos de Colbert, los gastos provocados por la Corte y las constantes guerras, desequilibraban las finanzas y se debía recurrir a impuestos extraordinarios.
Luego de la muerte de Colbert, ocurrida en 1685, comenzó la decadencia de la economía francesa. Un descenso general del precio de lo productos exportados, los despilfarros de la Corte y los gastos de guerra, y la huida de los protestantes, provocaron devaluaciones, endeudamiento externo y aumento de impuestos. Fue una pesada carga para los sucesores de Luis XIV.
LA POLÍTICA EXTERIOR DE LUIS XIV
Luis XIV llevó a cabo una política exterior agresiva que mantuvo a Francia en continuas guerras durante la mayor parte de su reinado. Pretendió que Francia alcanzara sus “fronteras naturales”, o sea todos aquellos territorios que antiguamente habían pertenecido a las Galias; esto significaba la anexión de los Países Bajos, el Franco Condado, Lorena y Saboya. Los dos primeros pertenecían al rey de España Felipe IV y pensaba obtenerlos por medio de su esposa, María Teresa, que era hija de aquel. En cuanto a Lorena y Saboya, si bien no descartaba el uso de la fuerza para anexarlas, pensaba adquirirlas a cambio de algunos otros territorios que recibiera de la “herencia española”.
Para lograr sus objetivos el Rey Sol contaba con una buena diplomacia que utilizaba la astucia y el soborno para conseguir el favor de funcionarios de otros estados. Cuando la diplomacia no alcanzaba se recurrió a la guerra, donde el rey contaba con excelentes colaboradores como el Ministro Luvois y los generales Condé, Turena y Catinat.
Durante el reinado de Luis XIV, Francia participó en cuatro grandes guerras:
La guerra de devolución (1667-1668). Al morir el rey de España, Felipe IV, dejó sus territorios a un hijo tenido en su segundo matrimonio y que fue coronado como Carlos II. Luis XIV, decepcionado por que entendía que, por lo menos algunos territorios, debían corresponderle a su esposa María Teresa que era hija primogénita, invadió Flandes (parte de los Países Bajos, actual Bélgica) y el Franco Condado. Inglaterra, Holanda y Suecia apoyaron a España y amenazaron con declarar la guerra a Francia si esta no cesaba la invasión. Entonces Luis XIV aceptó hacer un acuerdo, la paz de Aquisgrán, se retiró del Franco Condado, pero mantuvo la ocupación de parte de Flandes. La paz en realidad era una tregua momentánea.
La guerra de Holanda (1672-1678). Con esta guerra además de obtener territorios el rey de Francia intentó contrarrestar el poderío comercial de los holandeses (parte norte de los Países Bajos). Antes del uso de las armas se desarrolló una “guerra de aranceles” entre ambos países. Finalmente Luis XIV consiguió la neutralidad de Inglaterra y de Alemania e invadió a Holanda. La resistencia ofrecida por los holandeses dio tiempo a España y Alemania de intervenir en favor de aquellos. Suecia intervino a favor de Francia, y Prusia y Dinamarca, enemigos de Suecia, apoyaron a Holanda, llevando el conflicto a buena parte de Europa. La lucha terminó con la paz de Nimega y quien pagó los platos rotos fue España que debió entregar el Franco Condado a Francia. La paz de Nimega marca el momento de apogeo de Luis XIV y la ciudad de París le dio el nombre de “Luis el Grande”.
La guerra de la Liga de Augsburgo (1688-1697). Varios estados europeos promovieron una alianza para oponerse a la expansión francesa. Así fue que Inglaterra, Alemania, Holanda, España y Saboya unieron sus fuerzas contra el Rey Sol. Francia pudo resistir el ataque de los aliados a pesar de sus derrotas en el mar y luego de nueve años de lucha se llegó al tratado de Riswick, en el que Francia debió abandonar alguno de los territorios anteriormente conquistados.
La guerra de sucesión de España (1702-1714). El rey de España Carlos II no tenía buena salud física, ni mental, y no tenía hijos que lo sucedieran. Pero le sobraban territorios y tenía codiciosos parientes que esperaban su muerte para proceder al reparto de la sucesión territorial. Entre estos parientes se encontraban sus cuñados Luis XIV y Leopoldo I emperador de Alemania. Antes de morir Carlos II designó como sucesor a Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV; los demás monarcas europeos se estremecieron al pensar en la posibilidad de una formidable alianza entre Francia y España. Fueron a la guerra para impedir el ascenso al trono de Felipe. En esta guerra se observa la declinación del poderío francés, pero igual Luis XIV pudo obtener una paz no totalmente desfavorable aprovechando la discrepancias que había entre sus adversarios. Esas discrepancias llevaron a que hubiera dos acuerdos de Paz: el de Utrecht y el de Rastadt. Francia perdió algunos territorios en sus fronteras y en América del Norte. El nieto de Luis XIV se pudo mantener como rey de España, Felipe V, pero renunció a sus derechos a la sucesión del reino de Francia y España, uno de los más perjudicados en los acuerdos de paz, cedió a Inglaterra Gibraltar y Menorca y a Austria territorios en Italia y los Países Bajos. El gran triunfador fue Inglaterra que obtuvo territorios en América del Norte, islas en el Mar Caribe, Menorca y Gibraltar (que le permitían un mejor control del Mediterráneo) y privilegios comerciales concedidos por España en sus colonias americanas (tráfico de esclavos y el beneficio de enviar anualmente buques de comercio cargados de mercaderías inglesas). Holanda sufrió grandes pérdidas navales y comenzó su decadencia.
La política exterior de Luis XIV colocó, durante algún tiempo, a Francia en el primer plano de Europa y a si mismo como árbitro de los conflictos internacionales. Sin embargo, a largo plazo, los objetivos no fueron alcanzados y al final de su reinado dejó a Francia en una situación difícil que sus sucesores (Luis XV y Luis XVI) no supieron cambiar. En lo externo, a la muerte de Luis XIV, era evidente que una nueva potencia se imponía: la Inglaterra que comenzaba a reinar en los mares.